El espíritu del 68 sigue combativo en 2018
Tomás Oropeza Berumen
El recién pasado 2 de octubre, 50 años después del genocidio
del PRI-gobierno para acabar con el movimiento estudiantil y popular de 1968,
decenas de miles de estudiantes de todos los centros de educación superior y de
las Normales rurales, junto a decenas de organizaciones populares tomaron las
calles para realizar una manifestación y recordar a los mártires de 2 de
Octubre.
Pero no solo para recordar, sino también para exigir
Educación pública y gratuita para todos los jóvenes mexicanos. Castigo a los
responsables de la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa; desaparición
de los grupos de porros en la UNAM, y democratización de la misma así como un
NO a la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Cdmx y un alto a
los feminicidios. Miles de estudiantes, profesores y trabajadores de la UNAM,
el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Pedagógica, la Universidad
Autónoma Metropolitana, la Ciudad de México, Normales rurales, Universidad de
Guadalajara y hasta del Tec. de Monterrey marcharon lentamente desde la Plaza
de las Tres Culturas en Tlatelolco por la antigua avenida San Juan de Letrán
como un río que no tiene suficiente espacio hacia el Zócalo. En el lento caminar
de una juventud y un pueblo que exige soluciones al estilo plebeyo. Lejos de
las Cámaras de Diputados y Senadores dónde también se recordó y se hicieron
declaraciones pero del castigo a los responsables nada se dijo.
FUE EL ESTADO decía una de las mantas. Por Qué nos asesinan,
si somos la esperanza de América Latina, exclamaban los chavos de la facultad
de Química. Fuera porros de la UNAM, exigían muchos más.
Justicia! justicia! Gritaban
mientras corrían muchachas y chavos. Tal vez hijos o hasta nietos de los que
hace 50 se levantaron contra el autoritarismo de un Estado cuya naturaleza de
clase no ha cambiado.
NO NOS HAN VENCIDO, asentó Félix Hernández Gamundi ex miembro del Consejo Nacional de
Huelga del 68, “Apenas estamos
comenzando” ante miles de personas que llegaron a la gran plancha corazón del
país, frente a los símbolos del poder burgués: la Catedral y el Palacio
Nacional. Con la bandera nacional a media asta.
Está lucha es una larga marcha de un pueblo que no se va a
conformar con cambios cosméticos. Y que no olvida ni perdona a los que
ordenaron y cometieron la masacre del 2 de octubre ni las de Aguas Blancas,
Tlatlaya, y muchas otras que ha convertido a México en el país de la impunidad.
Hoy vivimos tiempos de efervescencia social porque la
juventud que asiste a los centros de educación media y superior está harta de
tanta injusticia y falta de expectativas. Los profesores asfixiados por una
reforma educativa que el nuevo gobierno quiere dejar solo maquillada. Los
pueblos originarios del Valle de México amenazados por el megaproyecto de
muerte que significa el Nuevo Aeropuerto de la CDMX van a defender su derecho a
la vida y la madre tierra. Y los pueblos originarios van a defender sus
recursos naturales ante los proyectos de las trasnacionales capitalistas que
con el apoyo del Estado han avanzado destruyendo todo a su paso.
Pero hoy algo
grande y poderoso se está gestando en el subsuelo de este país. La derrota de
del PRI y sus aliados es sólo la punta
del iceberg.
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