martes, octubre 23, 2007


En defensa de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos

Dr. Fernando Talavera Aldana
Noviembre de 2006

México y los Estados Unidos conforman un mercado laboral que, principalmente en los segmentos de más bajas remuneraciones, puede considerarse como complementarios. Se trata de una relación que equilibra la oferta de fuerza de trabajo mexicana con la demanda de las unidades productivas asentadas en aquél país. Esta relación se puede interpretar como un problema de transferencia de recursos que funciona fluidamente a través de una frontera de 3 mil 200 kilómetros, problema desarrollado por la vía clandestina al considerar, el gobierno de Estados Unidos, ilegal a la fuerza de trabajo mexicana pero no a los empleos generados. La emigración ha sido y sigue siendo cuantiosa, una cifra para recordar es la de casi cuatro millones de trabajadores mexicanos obligados a marcharse –por la falta de empleos dignamente pagados- durante el sexenio foxista.

Por su naturaleza binacional y clandestina, el mercado de trabajo donde subyace el fenómeno de la emigración de trabajadores mexicanos hacia los Estados Unidos, es definido con interpretaciones muy polarizadas, siendo notorio el profundo desacuerdo manifestado en una visión dual con respecto tanto en la definición como sus causas y hasta en las cuantificaciones del fenómeno.

Una interpretación muy usada para justificar las continuas emigraciones temporales y, en menor medida permanentes de los mexicanos a Estados Unidos, enfatiza que el mercado de trabajo de ese país, en sus estratos salariales más bajos, enfrenta un desequilibrio entre esos empleos y la fuerza de trabajo que desea ocuparlos. O sea que esas plazas estarían vacantes de no ser por la inmigración mexicana debido a que los trabajadores mexicanos aceptan ocupaciones que no tienen atractivo alguno para la fuerza de trabajo local y, por eso es que los emigrantes están desempeñando una función social y económica de gran valía, al mismo tiempo que apuntalan los empleos de niveles más altos dentro de la estructura del mercado laboral.

Otro problema es que en Estados Unidos parece ser inaceptable la idea, ya puesta en vigor en países europeos como Alemania y Suiza, de incorporar trabajadores migratorios con derechos laborales y de ciudadanía. En efecto, las autoridades de los Estados Unidos se han negado a permitir la contratación legal de esa fuerza de trabajo emigrante para ocupar específica y temporalmente esos puestos vacíos, los que finalmente son ocupados por inmigrantes indocumentados que resultan ilegales, en un sentido puramente técnico, aunque su presencia sea permitida de facto por la sencilla razón de que necesitan de su trabajo. Otros efectos importantes de la situación de ilegalidad laboral son los salarios menores al mínimo, además de la privación de los servicios sociales, de salud y educativos, los cuales les son negados a pesar de que estos servicios les son descontados en cada pago salarial.

Conviene agregar que el mercado de trabajo de los emigrantes se caracteriza por estar altamente segmentado. La incorporación de la fuerza de trabajo mexicana emigrante en los diversos segmentos, está en función de su calificación laboral, misma que está altamente correlacionada con su origen social, cultural y técnico. A la fecha, todavía prevalecen, por la baja calificación de los inmigrantes, las plazas de jornaleros y de servicios domésticos, pero cada vez se incrementa la emigración de trabajadores mexicanos calificados, como profesionistas y hasta investigadores potenciales con títulos de doctor adquiridos en México. Por otro lado, los inmigrantes permanentes ante la desigualdad legal, se ven obligados aceptar empleos de baja calidad, lo cual da lugar a que la fuerza de trabajo local ascienda en la escala laboral, al provocarse una desaparición de la oferta de la fuerza de trabajo local para los puestos de baja calidad.

Un punto de vista que contrasta con el anterior, es la posición de que cualquier trabajador extranjero que llegue al Estados Unidos, ocupará el puesto predestinado a un trabajador de ese país. Según ese criterio los trabajadores inmigrantes desplazan a los habitantes del lugar, dificultan el fortalecimiento sindical, llegan a copar ciertos mercados y simultáneamente deprimen los salarios. Como se puede apreciar se trata de posiciones polarizadas muy difíciles de remontar, ya que en ellas se entrelazan las necesidades económicas con un choque cultural de poblaciones vecinas con una historia muy accidentada que conlleva hasta una guerra de expansión territorial: la de 1847.

A pesar de todo el proceso de integración silenciosa continúa avanzando, ahora ayudado por el proceso modernizador del sector industrial, que se enlaza con el Tratado de Libre Comercio, el cual desde 1994 ha sancionado la apertura de la frontera para las mercancías y los capitales, más no para la fuerza de trabajo. En México el TLC ha puesto en riesgo las actividades tradicionales que son las fuentes generadoras de empleo más vulnerables a la apertura económica y, por tanto, una fuente más de la emigración mexicana a Estados Unidos en busca de empleos remunerativos. Las áreas urbanas más representativas de este fenómeno son, el área metropolitana de la ciudad de México, Monclova, Lázaro Cárdenas Michoacán, Puebla.

Además, en México han surgido nuevas áreas que originan la emigración hacia los Estados Unidos, como son las zonas urbanas intermedias acompañadas de las grandes metrópolis. Otro aspecto importante es la nueva composición del flujo migratorio con niveles de calificación más altos, técnicos, profesionistas y hasta doctores, además del aumento de la participación femenina, generalmente solteras y con niveles de educación más altos que los de los hombres. Ellas se concentran mayormente en los mercados de trabajo urbanos, particularmente en California.

También se aprecia una mayor permanencia de los emigrantes con sus familias en los Estados Unidos, tal vez como consecuencia a la ley Simpson-Rodino puesta en vigor en 1994. Otra realidad presente es la consolidación de redes migratorias dadas por la tendencia a la formación de familias binacionales, que tienen presencia de niños nacidos en los Estados Unidos y criados y educados en México, el retorno de los pensionados de origen mexicano que vuelven a su lugar de origen, además es notoria la mayor dependencia económica de las remesas enviadas a sus hogares por los emigrantes, tanto en el alivio familiar como en la balanza de pagos.

Durante el año de 2006, los mexicanos que trabajan en Estados Unidos, enviaron 24 mil millones de dólares en remesas, casi un 20% más que en 2005. Esta enorme cantidad se usó en un 98% para la compra de bienes de consumo familiar, como construcción de casa habitación, alimentos, ropa, televisión y otros gastos, y solamente el 2% se invirtió en proyectos productivos que fomenten el empleo, en una infraestructura de las comunidades de origen de esa fuerza de trabajo o en la creación de empresas familiares que permitieran frenar la emigración. Y aunque las remesas han sido más efectivas que los programas sociales y de combate a la pobreza, aún son insuficientes para lograr frenar la emigración causada por los altos niveles de pobreza y desnutrición que privan en México.

Canadá, país de fuerte recepción migratoria, ha reconocido oficiosamente que México es una buena fuente de fuerza de trabajo especializada al mantener una aceptación no muy cuantiosa pero regular de “braceros finos”. Canadá constituye un destino atractivo para la fuga de cerebros que también se da hacia los Estados Unidos y la Unión Europea, generada por los bajos salarios pagados por las instituciones académicas en México.

Ante la complejidad del problema conviene la discusión de sus diferentes facetas por parte de los involucrados directamente, ayudados por una campaña de difusión que informe a la opinión pública acerca de soluciones factibles de corto y de largo plazo. Saludamos y apoyamos fraternalmente los esfuerzos que en este sentido se realicen a fin de avanzar en la solución de esta problemática poniendo el acento en la defensa del trabajo que pudiera comenzar con una Carta de Derechos Internacionales del Trabajo.

Bibliografía

Díez-Canedo, Juan (1984)/ La migración indocumentada de México a Estados Unidos. Un nuevo enfoque, FCE, México.

Hiernaux, Daniel (1991)/ “Algunas perspectivas sobre la modernización económica y las migraciones internacionales”, Memoria del Seminario sobre la migración internacional y el desarrollo económico en México, CONAPO, Zacatecas.

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