NACHO, UN PERIODISTA E INTERNACIONALISTA PROLETARIO
El pasado 8 de agosto se cumplió un cuarto de siglo desde que el periodista y revolucionario chihuahuense Ignacio Rodríguez Terrazas, Nacho, cayera abatido por los disparos de un francotirador del ejército gubernamental en San Salvador, la capital del pulgarcito de Centroamérica, El Salvador.
Nacho tenía 28 años y trabajaba como free lancer para el semanario Proceso y el diario Uno más Uno, que en aquélla época ejercían gran influencia en México por practicar un periodismo crítico en un país donde, como hoy, la prensa estaba, casi sin excepciones, al servicio del mejor postor.
Habiendo aprendido los rudimentos del periodismo independiente redactando volantes para el movimiento estudiantil de Chihuahua y en el tabloide El Martillo (Por la Revolución Proletaria), Rodríguez Terrazas, se interesó en los procesos revolucionarios de Nicaragua y El Salvador, en los cuales participó como periodista y propagandista tratando de vincular la lucha de obreros y campesinos de Chihuahua con la de los explotados centroamericanos.
Los servicios de espionaje creados por el imperialismo gringo y las dictaduras de esos países y de México, detectaron que Nacho no era un comunicador de los que cubrían su fuente desde el bar de un hotel de lujo, viendo los noticiarios de la televisión. Sino que comía en los mercados, platicaba con la gente del pueblo y se interesaba por saber como vivían y luchaban los trabajadores . Ese era el ángulo de la información que le interesaba para saber lo que realmente estaba sucediendo en esos países convulsionados por la luchas sociales y guerrilleras, cuyos pueblos intentaron llevar a cabo verdaderas revoluciones por la vía armada.
Como dirían hoy los zapatistas, miraba el mundo “desde abajo y desde la izquierda” y por eso sus análisis eran acertados y peligrosos para las clases dominantes de esas republicas bananeras y también para la dictadura del PRI – gobierno.
Ignacio llevaba a cabo una tarea de internacionalismo proletario, porque pretendía emparentar los movimientos de los explotados de Centroamérica con los del norte de México. Eso es lo que se desprende de sus análisis y pláticas con compañeros de militancia.
Su asesinato dio lugar a que el canciller Jorge Castañeda, padre del payaso tránsfuga de la izquierda, que ahora pretende ser candidato independiente a la presidencia, protestara enérgicamente exigiendo una investigación al democristiano gobierno salvadoreño.
Cosa que nunca se llevó a cabo y aunque hoy el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) es una fuerza “opositora” que comparte el gobierno con aquellos a los que combatió, ni siquiera se ha intentado esclarecer la responsabilidad material e intelectual de los que mataron a Rodríguez.
En México ese crimen muy pronto dejó de ser noticia y ni Proceso ni el Uno más Uno lo recuerdan hoy.
En Chuhuahua, la ciudad que lo vio luchar hombro con hombro con los colonos de la Villa, estibadores, ferrocarrileros y estudiantes, hay una calle que lleva su nombre y cada 8 de agosto sus amigos lo recuerdan.
Sin embargo, casi todos sus antiguos compañeros de militancia han renegado de sus convicciones socialistas para convertirse en prósperos diputados ( PT y PRD) y parte de la corrupta clase política que tanto odia al zapatismo, por decirle lo que el pueblo piensa de quienes lo han traicionado.
Ahora están en el bando de quienes miran horrorizados el renacer de la lucha de todos los explotados, indígenas, campesinos, trabajadores, estudiantes, contra el capital y sus lacayos.
A Nacho lo asesinaron, pero sus ideas están vivas.
La lucha de clases es una realidad en el mundo “globalizado” donde muchas cosas han cambiado, menos el carácter explotador y rapaz del capitalismo.
¡Nacho Vive, la lucha sigue ..!
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